Miradas
Presente en cuerpo y ausente en alma
Cada vez más empleadas asumen sus tareas con resignación y mínimo esfuerzo
Por Jorge Mosqueira | LA NACION
En un país como España se sigue impenitentemente apostando por el presentismo en las empresas. Desgraciadamente fomentan este pernicioso modelo nuestras instituciones universitarias, con listas de asistencia. No nos damos cuenta de que estamos propiciando, desde la base, un caldo de cultivo óptimo para la presencia futura de un cáncer en nuestras organizaciones: el absentismo emocional derivado del falso presentismo, lo que provocará la falta de productividad." Esta descripción pertenece a Raúl Piriz Sánchez, un experto en políticas de personal y estrategias de RR.HH., publicado hace pocos días en su blog. Podría decirse, a modo radial o televisivo, que transmite desde el propio lugar de los hechos, allí donde se registra una tasa de desempleo que alcanza el 22,5 por ciento.
Como contracara de esta situación subió el presentismo, cuya causa más directa es el miedo a perder el trabajo, pero el ausentismo emocional trasciende todas las fronteras. Sencillamente se trata de aquellos empleados que asumen las tareas asignadas con apatía y resignación. En otras palabras aportan el mínimo esfuerzo físico e intelectual como para seguir cobrando su salario. Las razones más comunes son la desmotivación por el trabajo que realizan, problemas personales o bien disconformidad con la empresa o su jefe.
Una encuesta de Gallup, en la que se entrevistó durante 25 años a un millón de trabajadores y 80.000 gerentes, dio como resultado que solamente el 20% de los empleados dan lo mejor de sí mismos cuando desempeñan sus funciones. Entonces cabe preguntarse para qué sirve un factor extrínseco como aquellos pesos de más, sean porcentuales o las sumas fijas, que premian el estar en horario durante todo un mes, todos físicamente presentes, lo requiera o no la responsabilidad contractual. Porque hay diferencias. Una recepcionista debe estar en su lugar de trabajo en el horario en que se inicia la atención al público, un operario debe integrar el equipo para iniciar la cadena de montaje, etcétera. Hay otros puestos que no necesitan tanto rigor cronométrico, pero se los incluye en la misma bolsa.
Un gurú del management, Marcus Buckinham, es terminante: "Si un empleado no rinde, primero observe a su jefe". Apunta a situaciones más sutiles, bastante más complicadas que el resultado numérico de los que llegaron unos minutos tarde y cuestiona seriamente la efectividad de esas medidas de sanción a través de recompensas económicas que, al descontarse, se convierten en simples instrumentos de castigo. Estar presente para trabajar es una cuerda muy diferente a trabajar; es un sonido distinto, aunque audible en términos de productividad.
Hace pocos días, el ahora ex secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, atribuyó la magnitud de la masacre del tren en Once a la concentración de mayor cantidad de pasajeros en los dos primeros vagones, como producto de una cultura argentina. Es por la intención de bajar del subterráneo más rápido, llegar antes, en suma, perder el menor tiempo posible. Entre estas mujeres y hombres apurados debió haber muchos que, acosados por las deficiencias del transporte urbano y el inexorable presentismo, respondieron a esa cultura. Pero además agregó, con irritante naturalidad, que si el hecho hubiera ocurrido el día anterior -una jornada no laborable-, el número de víctimas no hubiera sido tan elevado. El presentismo también aporta daños colaterales.
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